Las clave para hacerlo

 

Pedir ayuda psicológica es, para muchas personas, un proceso complejo que genera incomodidad, resistencia o incluso vergüenza. A pesar de que cada vez hablamos más abiertamente sobre salud mental, el simple acto de reconocer que necesitamos apoyo emocional todavía carga con prejuicios y malentendidos. Entender por qué sucede esto es un paso fundamental para poder superarlo.

  • Uno de los principales obstáculos es el estigma social. Aunque ha disminuido en los últimos años, sigue presente en muchos entornos. A menudo se asocia la necesidad de ayuda psicológica con debilidad, locura o inestabilidad. Estas ideas erróneas refuerzan el silencio y la negación. Nadie quiere ser etiquetado o juzgado por admitir que no está bien emocionalmente.
  • Otro motivo habitual es la creencia en la autosuficiencia. En culturas que valoran la independencia y la resiliencia individual, pedir ayuda puede percibirse como un fracaso personal. Algunas personas sienten que deberían poder resolver sus problemas solos, y acudir a un profesional implica “aceptar la derrota”. Esta visión no solo es poco realista, sino también perjudicial. La salud mental no es un tema que podamos manejar siempre en soledad.
  • También influye el miedo a lo desconocido. Muchas personas no saben realmente en qué consiste una terapia psicológica. ¿Voy a tener que hablar de cosas dolorosas? ¿Qué pasa si descubro algo que no me gusta de mí mismo? Este temor al proceso terapéutico puede generar evitación. En realidad, el espacio terapéutico está diseñado para acompañar de forma segura, sin juicios, desde el respeto y el ritmo personal.
  • Por último, es importante señalar la falta de educación emocional. Durante años, no se nos enseñó a poner nombre a nuestras emociones, a gestionar el estrés o a hablar abiertamente de lo que sentimos. Esta desconexión emocional hace que incluso identificar que necesitamos ayuda resulte difícil. La frase “no sé lo que me pasa” es muy común en consulta, y es absolutamente válida como punto de partida.

 

Pedir ayuda psicológica no es rendirse, ni fracasar, ni demostrar debilidad. Al contrario: es un acto de valentía, de cuidado y de responsabilidad con uno mismo. Reconocer que necesitamos acompañamiento profesional implica mirar de frente lo que sentimos, dejar de sostenerlo solos, y permitirnos construir herramientas nuevas para atravesar lo que nos pasa.

En una sociedad que muchas veces nos empuja a “aguantar” y a minimizar el malestar, tomar la decisión de ir a terapia es un gesto de salud, de amor propio y de compromiso con nuestro bienestar. Es darnos la oportunidad de comprendernos mejor, de sanar heridas que quizás llevamos mucho tiempo ignorando, y de crear una vida más conectada con lo que realmente somos y necesitamos.

El proceso puede dar miedo, sí. Puede ser incómodo al principio, y puede que no sepamos por dónde empezar. Pero justamente por eso existe la terapia: para acompañarnos en ese recorrido, para sostenernos mientras vamos desenredando nudos internos, y para recordarnos que no estamos solos.

Un tip que puede ayudarte a dar el primer paso: no esperes a “tocar fondo” para buscar ayuda. Si hay algo que te duele, que se repite, que te cansa emocionalmente o que simplemente no entendés, eso ya es motivo suficiente para consultar. Podés empezar escribiendo lo que sentís, hablar con alguien de confianza o investigar profesionales que trabajen desde un enfoque que resuene con vos. El primer paso no tiene que ser perfecto: solo tiene que ser un paso.

Cuidar nuestra salud mental es parte de vivir de forma más plena, más libre y más auténtica. Y pedir ayuda es una forma poderosa de empezar ese camino.

Si te sientes identificada o identificado, desde la Web de Salud Integrativa Marian del Álamo podemos ayudarte.

Un abrazo fuerte.

 

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